Formosa, 31 de octubre de 2024
El estrés de fin de año nos afecta a todos, incluso a las infancias. ¿Cómo ayudar a que niños y adolescentes manejen mejor el estrés del cierre del año escolar? ¿Cómo acompañarlos? La psicopedagoga Laura Tiscornia nos acerca algunas pautas.
Falta poco para el fin de ciclo escolar. Las clases, según el calendario de las distintas provincias, ya empiezan a culminar. En vísperas del fin de ciclo escolar se intensifica el estrés, que nos ocurre a todos, también a las infancias y adolescencias.
Entonces nos preguntamos: ¿Cómo acompañar a nuestras infancias para enfrentar el estrés que esto les provoca? ¿Cómo repercute nuestro propio estrés en ellos?
La psicopedagoga Laura Tiscornia explica que el estrés es la reacción del cuerpo ante un desafío o situación qué es percibida como amenazante. Cierto nivel de estrés es normal, es el que todos experimentamos, pero cuando llega fin de año, ese nivel aumenta al incrementarse las demandas del entorno. Y los chicos no están al margen. «Los chicos se sienten exigidos por las evaluaciones y la entrega de trabajos prácticos de esta época del año que muchas veces son vividas como amenazantes», señala.
Agrega que el estrés deriva en ansiedad y eso provoca que vivan ciertas situaciones desafiantes – un examen, por ejemplo – como una amenaza que se agranda mientras perciben, por el contrario, que los recursos propios se les minimizan. La presión por no fallar o decepcionar a sus padres se instala en ellos.
Cómo darnos cuenta si el estrés está afectando a nuestros hijos
Tal como detalla la psicopedagoga, hay algunos signos que nos permiten detectar estrés en las infancias. En los chicos más pequeños podemos percibir mayor irritabilidad y cansancio, que se puede traducir en berrinches o quejas, no poder levantarse para ir a la escuela, o querer faltar con más frecuencia.
«A veces, las señales pueden manifestarse en forma sutil, por eso recomendamos estar atentos a los cambios de alimentación y sueño; también, pueden aparecer miedos nocturnos, pesadillas o insomnios», señala Tiscornia. «Muchas veces, los chicos mencionan dolores de cabeza, tics, erupciones en la piel o trastornos gastrointestinales».
La psicopedagoga consultada, directora del Centro Interdisciplinario Acassuso, agrega: «En la adolescencia puede aparecer la apatía y una tendencia al aislamiento o, por el contrario, un incremento poco común de su actividad social, y una evitación de lo relacionado con el estudio».
Según reflexiona, «los chicos de esta edad suelen, a veces, no registrar el cansancio, así que es importante estar atentos a las actividades que desarrollan en el día a día. El miedo a quedarse afuera – que en inglés se abrevia F.O.M.O por fear of missing out- puede aumentar el estrés, lo que a su vez provoca ansiedad».
La experta aclara que, un ejemplo de estrés psicosocial fue el provocado por el aislamiento durante la pandemia, y aun hoy se ven sus implicancias. «El hecho de poder trabajar en forma interdisciplinaria nos permitió abarcar las distintas consecuencias en el lenguaje, aprendizaje y conducta», sostiene.
Adelle Diamond, educadora y conocida neurocientífica, explica cómo el estrés incide negativamente en las funciones ejecutivas, que son las que intervienen en la capacidad de planeamiento, toma de decisiones, control inhibitorio y mantenimiento del foco atencional, elementos esenciales para un chico que está en la escuela.
«Esto se ve claramente en el consultorio. Los chicos nos cuentan que ‘ya no dan más’ o señalan que ‘de repente, todo me sale mal’, ‘ya no me entra nada en la cabeza'», menciona.
Así, las exigencias de fin de año a menudo afectan sus posibilidades de razonar y concentrarse, y por ende, inciden en su rendimiento académico. Tiscornia cuenta que, en el consultorio, les ofrecemos la posibilidad de una pausa: un ratito para aflojar el cuerpo, hacer algún ejercicio de respiración o un tiempo para escuchar o leer un cuento. El lenguaje artístico expresivo también los ayuda a distenderse.
¿Cómo podemos acompañar como padres en estos momentos?, se pregunta la experta. «Es muy importante que registremos primero en nosotros cómo nos afecta el incremento de exigencias de fin de año. Este punto es fundamental para lograr que el clima de nuestro hogar en estos momentos sea lo más distendido posible. ¿Hay momentos para jugar juntos? ¿Para reírnos?».
Estrés de fin de año: cómo acompañar a nuestros hijos
- No alentar a que nuestros hijos “brillen” cuando los vemos afectados por el estrés.
- No castigar el error, ni tildar de fracaso una mala nota o un aplazo.
- Fomentar momentos de encuentro y comunicación en casa, donde puedan expresar sus sentimientos y sentirse comprendidos.
- Flexibilizar todo lo que esté a nuestro alcance: no sobrecargarlos con actividades deportivas, artísticas o sociales, ni con visitas a médicos que pueden realizarse en el verano.
- Dejar un día del fin de semana libre, priorizando el descanso.
- Ayudarlos a registrar su cuerpo, que aprendan con nuestra ayuda a reconocer las señales de cansancio y agotamiento.
- Transmitirles confianza en sus propios recursos para afrontar las distintas situaciones y hacer una consulta de carácter preventiva cuando vemos un alerta, aunque sea sutil, antes que se complejice.
Experta consultada: Laura Tiscornia, psicopedagoga, directora del Centro Interdisciplinario Acassuso. Ig: @centroacassuso
FUENTE: SOMOS OH LALÁ