15-03-2021 Formosa
¿Cómo repercutirá el confinamiento y la falta de movilidad en nuestros chicos?
Un grupo de trabajo de la Universidad de Córdoba presentó un análisis sobre el sostén esencial del grupo nuclear para contener a los niños en estos tiempos
Suspensión de las clases presenciales, rutinas alteradas, videos, memes que circulan por las redes sociales, mucha información que se replica en internet, veraz y falsa (fake news): el coronavirus impactó en la vida de los niños, las niñas y adolescentes, genera angustia e incertidumbre. UNICEF reforzó el llamado a extremar las medidas sanitarias de prevención, como el lavado de manos, y pidió contener emocionalmente a los chicos y las chicas, y acompañarlos para que sigan sus estudios.
“Los niños y niñas más pequeños aún no han adquirido la madurez suficiente que tenemos los adultos para entender los aspectos biológicos, sociales y económicos de las pandemias, ni tienen la capacidad de reflexión necesaria para hacer un análisis crítico de las informaciones erróneas, malintencionadas o prejuiciosas que hay en circulación”, explicó Luisa Brumana, médica epidemióloga y representante de UNICEF Argentina.
¿Cómo repercutirá el confinamiento y la falta de movilidad en nuestros chicos? ¿Las medidas de distanciamiento social afectarán a su capacidad para relacionarse en el futuro? ¿Habrán perdido sus hábitos de estudio? ¿Repercutirá en su bienestar emocional el miedo y la angustia vividos? Estas y otras son algunas de las preguntas que rondan las cabezas de las familias en el transcurso de la pandemia.
Cuestiones como las anteriores se han convertido también en los interrogantes de un proyecto de investigación que se ha propuesto y coordinado desde el Grupo de Investigación INCIDE (Infancia, Ciudadanía, Democracia y Educación) de la Universidad de Córdoba y en el que han participado todas las universidades públicas andaluzas.
“Nos interesamos por explorar el impacto emocional, social y educativo que experimentan durante la pandemia los niños con edades comprendidas entre 3 y 12 años, correspondiente a la etapa de Educación Infantil y Primaria”, explica Rosario Mérida Serrano, Catedrática de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Córdoba, una de las profesionales a cargo de la investigación.
“Consideramos útil socialmente identificar sugerencias para gestionar la etapa de pospandemia, aprendiendo del análisis de la realidad y de la experiencia acumulada en casi un año de lucha contra el virus”, agregan. Los investigadores, han evaluado el impacto emocional dividiendo las emociones en dos tipos: positivas y negativas. En el primer grupo incluyeron la tranquilidad y la alegría; y en el segundo el nerviosismo, la tristeza, el miedo y el enfado.
Las familias han expresado que las emociones positivas de sus hijos han prevalecido sobre las negativas durante el confinamiento. Los niños, en opinión de sus familias, han experimentado más emociones positivas que negativas. Ha prevalecido la alegría y, en menor medida, la tranquilidad. Han sentido en pocas ocasiones tristeza y miedo y, en algunos momentos, se han sentido nerviosos o intranquilos.
Puertas adentro, un mundo
El impacto del nerviosismo durante el confinamiento ha sido más elevado en el alumnado de 3 a 6 años. Las mujeres que respondieron al cuestionario mostraron una percepción mayor de emociones negativas que los hombres, que puntuaron más en la percepción de emociones positivas. Esto puede deberse a la mayor implicación de las mujeres en la educación de sus hijos o hijas, otorgándoles una mejor perspectiva de las situaciones.
El alumnado experimentó mayor impacto emocional a medida que avanza su edad. Mientras los alumnos de primera infancia se sienten más alegres, los de primaria tienen más miedo y sienten más tristeza. Además, los primeros muestran mayor nerviosismo, posiblemente derivado de la necesidad de actividad física propia de su desarrollo evolutivo.
El nivel de estudios de las familias influye en la percepción del impacto emocional que el confinamiento ha tenido sobre sus hijos. A mayor nivel de estudios, se percibe una mayor intensidad en las emociones positivas, y a menor nivel de estudios, mayor intensidad en las emociones negativas. Posiblemente, el mayor nivel de estudios incremente la probabilidad de tener mayor cualificación profesional y poseer un contexto económico familiar más estable, que deriva en un clima de mayor bienestar emocional.
El confinamiento también ha producido un impacto social en la infancia. Han experimentado un intenso sentimiento de añoranza, fruto de no poder interaccionar con sus iguales ni con familiares no convivientes y en menor medida, no poder acudir a su centro escolar.
“En general, los más chicos durante el confinamiento no han sentido soledad –explican los investigadores-. Esto se puede deber a que han pasado mucho más tiempo con sus familias, compartiendo actividades como juegos analógicos, lo que hizo que no experimentaran aburrimiento.
El mayor tiempo compartido entre los progenitores y sus hijos ha permitido que se intensifiquen las relaciones, generando interacciones más profundas. Estas proporcionan un estrechamiento de los vínculos afectivos y más probabilidad en la confrontación de intereses diversos, los cuales, en algunas ocasiones han provocado conflictos en la convivencia intrafamiliar.
El apoyo de las familias en las tareas escolares y la accesibilidad, tutorización y acompañamiento de los docentes durante el confinamiento ha permitido que, aunque la enseñanza online ha tenido sus limitaciones, el ritmo de aprendizaje del alumnado haya visto poco afectado.
En el cuestionario que proporcionaron a los participantes preguntaron también por los efectos indeseables derivados de la pandemia en la situación laboral de los progenitores. Su corresponsabilidad era más necesaria que nunca, al tener que armonizar las ocupaciones laborales en casa con el apoyo escolar a sus menores.
“Preguntamos por la implicación de mujeres y hombres en diferentes tareas como la limpieza de la vivienda y de la ropa, la compra de productos alimenticios y de higiene, la preparación de las comidas, las tareas escolares y las de ocio con los hijos e hijas”, explica Mérida Serrano.
El estudio revela que los datos de corresponsabilidad son inferiores al valor deseable para un reparto igualitario de las tareas domésticas y de la crianza de los niños y niñas en el seno familiar.
La tarea que más se comparte entre padres y madres es la compra de productos de alimentación e higiene (79,7 %) y las relacionadas con el acompañamiento en el ocio de los hijos (76,7 %). En el lado opuesto, la limpieza de la ropa (56,5 %) y el apoyo en las tareas escolares (58,7 %) son las actividades en las que menos participan los hombres.
Esta situación ha generado un estrés adicional en las mujeres en la gestión de la pandemia. Tener que abordar demandas simultáneas del ámbito familiar y profesional ha repercutido negativamente en su bienestar personal.
La conclusión más relevante del estudio es que, una pantalla no reemplaza a la escuela. Al menos en estas edades, la enseñanza online puede ayudar a transmitir conocimientos, pero una verdadera educación para solo se consigue a través de la interacción social presencial entre todos los miembros de la comunidad educativa.
Acompañar la revinculación con la normalidad
Saber cómo manejar la ansiedad en medio de un escenario de incertidumbre es fundamental para que los niños puedan vivir este proceso en forma tranquila.
El inicio de un nuevo año escolar implica grandes desafíos para los niños de cualquier edad. Una prueba que se hace aún más difícil en tiempos de pandemia y después de haber estado prácticamente durante todo el año anterior recibiendo clases en modalidad online.
Si bien se espera que este 2021 se pueda ir volviendo poco a poco a la normalidad, hay que tomar en cuenta que el virus continúa circulando, por lo que las condiciones en que se desarrollen las clases pueden ir variando con el paso de los días.
Además, la posibilidad de un eventual contagio sigue latente, lo que obliga a mantener una serie de estrictas medidas sanitarias que cada establecimiento debe adoptar para recibir a sus alumnos en forma presencial. En este contexto, “el rol de los padres es fundamental para contener a sus hijos y ayudarlos a manejar de forma adecuada el estrés y la ansiedad que esta situación les pueda ocasionar”, Viviana Herksovic, psiquiatra infantil y de la adolescencia de la Clínica Las Condes de Chile.
Entre sus recomendaciones se encuentran la de crear un plan en caso de contagio. “Esto permite proteger a la familia y a los contactos estrechos. Preocúpate de mantener una comunicación fluida con el colegio a través de los profesores o encargados de áreas y conoce cómo se informará y cuál será el plan que se adoptará en caso de que haya un caso positivo dentro de la comunidad escolar”. Y plantear expectativas y metas para el año “debido a la contingencia que estamos viviendo, este es un buen momento para bajar un poco las exigencias académicas y transmitir a los hijos que la prioridad es estar sanos y sobrellevar lo mejor posible este período que ha sido tan adverso”, concluye la especialista chilena.