Por: Emilia Racciatti y Milena Heinrich
16 febrero,2021
Mientras numerosas prácticas lograron adaptarse triunfantes al mundo digital, en el caso de la escuela eso no parece haber ocurrido de manera airosa: a pesar de que hubo clases virtuales y probablemente en términos curriculares se haya avanzado, el reclamo por la escolaridad tal como se la entendía antes de la emergencia sanitaria está en disputa y no es uniforme, según coinciden varios pedagogos que reconocen los aportes de las herramientas digitales pero subrayan la importancia de la presencialidad a la hora de pensar el proceso de aprendizaje.
A propósito de un tema central en la agenda, que traza distintas opiniones y recorridos, los pedagogos Mariano Narodowski, Flavia Terigi, Myriam Feldfeber y Octavio Falconi coinciden en señalar que la pandemia evidenció condiciones desiguales de acceso a la educación, y si bien reconocen la eficacia de los recursos digitales para adecuar formatos durante el tiempo de aislamiento, sostienen que la materialidad es todavía central en el proceso de construcción de conocimiento, aunque esta y otras variables deberán ser repensadas por las instituciones de cara al futuro.
«La disputa por la escuela no es una novedad de la pandemia, porque la institución escolar procura objetivos que están en tensión, como el direccionamiento del desarrollo infantil o la selección y transmisión de unas prácticas culturales sobre otras. La escuela ha cambiado de diversos modos, y muchas opiniones sobre ella descansan en imágenes desactualizadas y, por qué no, estereotipadas», marca Flavia Terigi, pedagoga de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
«Lo que sí sucede es que ciertos rasgos son estables, no porque las escuelas funcionen mal, sino precisamente porque son escuelas. Otras instituciones, como los bancos, o los centros de salud, también tienen rasgos específicos que se mantienen, en tanto otros cambian», explica.
Para la docente e investigadora, si bien «numerosas actividades humanas se han reconfigurado en la pandemia», en el caso de «actividades complejas, como la enseñanza, que requieren intervenciones más o menos precisas, secuencias razonables, que combinan el seguimiento individual con el manejo de procesos colectivos, y que además tienen que alcanzar a millones de sujetos día tras día, semana tras semana, no se resuelven con la misma facilidad en estas condiciones alteradas».
En ese sentido sostiene que «no concurrir a las escuelas ha sido parte de las políticas de cuidado» y advierte que «las decisiones sobre la vuelta a la escuela deben tomarse en ese mismo marco de cuidado. Estamos en camino de tener mejores condiciones sanitarias que hace un año, pero el problema Covid-19 no se ha resuelto y habrá que encontrar formas que incrementen todo lo posible la presencialidad sin poner en riesgo a la población».
Mariano Narodowski, docente, investigador y exministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, asegura que «la escuela fue concebida e implementada como un medio radicalmente igualitarista para lograr el acceso al conocimiento para todos y si bien es mucho lo que se ha avanzado, ese ideal (la Pansophia) está lejos de concretarse y la aparición de nuevas tecnologías (especialmente las digitales y la inteligencia artificial) han deslegitimado fuertemente lo escolar desde finales del siglo XXI».
Para el autor de libros como «Dolor de escuela» o «El colapso de la Educación», «lo que generó el proceso desescolarizador de la pandemia fue la visibilización y la profundización de estas características y evidenció opciones: una educación desconectada y más degradada para los sectores sociales y los países más empobrecidos y en paralelo alternativas innovadoras y efectivas para los sectores sociales acomodados y los países desarrollados».
Con un ciclo transitado y un nuevo calendario que asoma, la respuesta extraordinaria que supuso el ejercicio pleno de la virtualidad se presenta insuficiente en términos emotivos y de interacción social. La pregunta entonces: ¿es la escuela un espacio, un tiempo, que no funciona sin la presencialidad? ¿La pandemia resignificó la escuela en un sentido amplio, ya no sólo como espacio de transmisión cultural y de conocimiento sino también como instancia de socialización, encuentro con lo desconocido?
«Nadie discute hoy el retorno a la presencialidad. Es necesario retomar las clases presenciales, sin embargo, no podemos desconocer que seguimos atravesando una coyuntura muy compleja y que no podemos pensar el tema de la educación y de la escolarización por fuera del contexto de la pandemia. Por lo tanto el debate debe centrarse en cómo y cuándo debe darse ese retorno, cuáles son las condiciones para garantizar la máxima presencialidad posible dentro de los límites que marca la pandemia garantizando el cuidado de las comunidades educativas y del resto de la población», reflexiona Myriam Feldfeber, profesora e investigadora de la UBA.
Para la pedagoga, «la pandemia puso en evidencia la centralidad del papel de la escuela en la vida de nuestras sociedades y la especificidad del trabajo pedagógico que desarrollan las y los docentes que no puede ser reemplazado a través de medios virtuales» y además «hizo más evidentes las desigualdades estructurales que atraviesan nuestras sociedades y generó nuevas desigualdades, en especial aquellas ligadas a las condiciones de vida y el acceso a los medios tecnológicos».
En tanto, Octavio Falconi, doctor en Ciencias Sociales y coordinador del área de educación del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Córdoba, considera que «la escuela puede funcionar sin la presencialidad, lo ha demostrado este tiempo» pero introduce una pregunta acerca de «si es conveniente o si se obtienen los mismos resultados, los mismos logros haciendo una educación solo por la virtualidad».
En ese sentido, «la pedagogía ha dado muchos argumentos sobre porque la escuela es un espacio de encuentro con lo común pero también con lo diferente. Es un aprendizaje para los niños de salir de sus entornos del hogar y del entorno social inmediato de su familia, ante ciertas creencias, ciertas formas de ver el mundo y la escuela permite encontrarse con la diferencia, con la disidencia, con el punto de vista del adolescente o del joven y a partir de eso poder construir una idea de lo común en la diferencia que es lo que nos permite convivir», destaca.
El investigador y docente considera que «la presencialidad, ya sea en distintos niveles educativos, siempre potencia los procesos de aprendizaje donde la virtualidad y la posibilidad de seguir con el proceso educativo sea incorporada como un complemento pero nunca para suplantar la presencia del aprendizaje escolar de los alumnes».
Y no tiene dudas en señalar que «una vez pasada la situación de pandemia y aislamiento social, la escuela y los establecimientos educativos y el sistema educativo van a volver a funcionar como venía funcionando más o menos de la misma forma porque es una organización muy estable que tiene modos de funcionamiento que están muy interiorizados por los sujetos y organiza muchísimas cosas a su alrededor».
En una línea distinta se ubica Narodowski: «El mayor peligro es la melancolía: esperar el fin de los contagios para volver a lo anterior. La escuela de 2019 es un fantasma del pasado, probablemente aún antes de la pandemia. El desafío es no caer en los formatos enlatados de las corporaciones pero sí entender que el proceso de aceleración es inevitable. ¿También deseable? Lo relevante no es el medio (en este caso, la escuela) sino el fin: el igualitarismo pansophiano. Ese es el lugar para pensar lo nuevo sin renegar de lo viejo: transformar la tradición escolar para apropiarnos y resignificar lo digital».
En relación a la presencialidad, Terigi apunta: «La institución escolar es una forma educativa de ciertos rasgos, uno de ellos es la copresencia de quienes enseñan y quienes aprenden. Bajo ciertas condiciones tecnológicas (que no están aseguradas en Argentina) podemos romper con cierto éxito con el supuesto de presencialidad, para cierto tipo de aprendizajes. Pero la lógica del sistema escolar es la lógica de la presencialidad. No todo lo que sucede en la escuela puede suceder sin copresencia».
Fuente: Diario Norte